jueves, 22 de agosto de 2013

LOS ÁNGELES CAÍDOS DE LA ETERNIDAD Y SUS SECRETOS.



        En una ocasión, poco después de publicar "Los Ángeles Caídos de la Eternidad", hace ya algo más de un año, me pidieron que cuando pasara un tiempo, desvelara los secretos de su elaboración, las fuentes de inspiración, los lugares donde ambienté la trama, incluso personas reales que estuvieran retratadas en la obra.



   He de decir, que un libro siempre es una construcción artesanal, artesanía exquisita, que se puede pulir una y mil veces hasta aproximarse a la perfección, lugar inalcanzable, por lo que siempre se puede perfeccionar una vez más... hasta que al final, cansado de tantas revisiones y mejoras, decides que ha llegado el momento de concluir aquella obra, y enviarla a una editorial. Entonces, comienza otra fase, ellos dan el visto bueno y te envían la galerada, la cual debes revisar y mejorar, buscando sinónimos más adecuados, adjetivos más precisos... después te mandan el ferro, que exige la misma labor de relectura para colocar incluso las comas en el lugar más idóneo... y luego por fin, después de un viaje extenuante de nueve meses, sale el libro publicado. He de reconocer, que a los siete meses de su publicación, se agotó la primera edición de "Los ángeles caídos de la eternidad", gané el Premio Éride V Edición, y todo se precipitó. Por de pronto, para la segunda edición, me enviaron una nueva galerada... y a revisar de  nuevo.

   Pues sí, afamado lector, el mundo literario es una carrera de fondo interminable. Tanto, que en ocasiones olvidas el origen, dónde comenzó todo.

  Y la trama de esta obra la sitúo en el año 1995, a mis 24 años. Por aquel entonces, era un joven víctima del "baby boom", generación maldita y olvidada que habíamos abarrotado las aulas de las facultades con muy poca fortuna, y que engrosábamos de manera fulminante, las listas del paro. Busqué empleo sin éxito por todos los sitios, inclusive, por las funerarias. No me hicieron el menor caso. No conocía a ningún jefecillo responsable de ninguna de ellas, por lo que las posibilidades de encontrar trabajo en una funeraria, se mostraron prácticamente nulas. Y así fue. Nunca tuve esa oportunidad. Sin embargo, en una funeraria que en el libro denominé "La eternidad", situada en la Bajada de la Libertad de Valladolid, me encontré con varias personas curiosas, estereotipos de una novela negra, con mirada fría, aspecto descuidado y de complexión larguirucha. Seres inquietantes que en mi recalcitrante imaginación, provocaron una emergencia: la de volver a escribir, una pasión que me acompañaba desde mi inocente infancia. Me imaginé trabajando allí, o mejor dicho, que una joven de ojos lastimeros, vestida de negro con aspecto gótico, se dedicar a la tanatopraxia, es decir, a maquillar cadáveres... y así fue como me imaginé la aventura de un joven parado que se enamora de una chica que trabajaba en una funeraria por la noche.

  Pero tuvieron que pasar muchos años para que hiciera realidad mi sueño de escribir la historia. Mi vida dio muchos giros. Cansado de trabajar explotado en oficios sin vocación, estudié unas oposiciones sin vocación, para conseguir un puesto en la administración que me ahoga todos los días... pero que me permite llegar a fin de mes con holgura, que no dignidad... Bueno, como iba diciendo, pasó el tiempo y empecé a escribir otras historias, aunque siempre restallaba como un látigo en mi cabeza la historia de los ángeles caídos. 
 Hasta que por fin, un frío invierno de 2009, en Pontevedra, decidí retomar este viaje al infierno, inspirarme en una pareja enamorada que comete un crimen, y redactar una novela negra desde la visión de los asesinos, y no desde la óptica del policía.

  Me inspiré en Valladolid, en aquella funeraria de la Bajada de la Libertad, y en la plaza de Cantarranas, así como los cuartuchos de estudiantes que bordean la catedral, sobre todo, los situados por los bares de el Cafetín o el Berlín, antros de mi juventud, y donde viví momentos de felicidad a mis 20 años... años universitarios salvajes, donde me imaginé que los protagonistas de los ángeles caídos de la eternidad, Asur e Itziar, vivirían, o mejor dicho, sobrevivirían.
   Por otro lado, Asur procede del castellano antiguo, de ahí viene Azor, el ave mágica que vuela tan alto y que todo lo ve. Las islas azores le rinden homenaje, y en nuestro idioma actual, estar "ojo avizor", es tener ojo de ave de azor. El que todo lo ve, el narrador omnisciente. Ese es Asur. 

  Respecto a Itziar, es un nombre euskera que me encanta, pero que fue resultado de una fulminante decisión. No he conocido a ninguna Itziar entre mis amigos vascos.

  Espero no haber decepcionado a los amantes de esta novela, que os haya gustado esta reflexión y los secretos que aquí he desvelado. Un abrazo.

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