sábado, 23 de junio de 2012

LA LITERATURA GÓTICA DECIMONÓNICA Y SU INFLUENCIA ACTUAL.

Hola, amig@s.

Quiero agradecer de todo corazón, el caluroso apoyo que estoy recibiendo en los diferentes actos que hemos desarrollado estos días, y que próximamente publicaré sendos artículos para tratar el tema, con sus respectivas fotos. Me refiero al acto que llevamos a cabo el viernes ocho de junio en el Café España y ayer, en la Librería DAMAR, en Puente San Miguel. Estoy muy orgulloso de cómo salieron, y estos días colgaré las fotos y la información.
Ahora quería hablar brevemente de la novela en la que estoy enfrascado. Llevo varios meses trabajando con ella, y por fin puedo decir que casi está concluida. Debo revisarla en profundidad para pulirla, y espero que antes de septiembre quede definitivamente acabada para publicarla la primavera del próximo año.

La novela es el reflejo de algunas de mis obsesiones juveniles, obsesiones hacia una forma de narrar historias muy propia del final del romanticismo, de lo que se ha dado en llamar la literatura gótica.

La literatura gótica es un género subsumido dentro del "terror" que se adentra en la psicología humana explorando los elementos que nos producen desasosiego y expresan el lado oscuro menos conocido de nuestra psique. Son aquellos procesos cognitivos que nuestra mente elude por prudencia y que desconocemos o por lo menos no somos conscientes de que también forman parte de nuestra identidad. El mundo interior que aflora en los sueños y que algunos escritores insisten en exteriorizarlo para que disfrutemos de emociones intensas que denominamos "miedo".

Desde luego el cine ha conseguido altas cotas de aproximación a nuestra psique más profunda, causándonos una atracción irrefrenable, y sino, no tendrían explicación los enormes éxitos de algunos clásicos del cine de género, como “El exorcista”, “Al final de la escalera”, “Poltergeist”, “Psicosis” o “La maldición”. La complicidad entre música y suspense consiguen un clima de expectación y pánico generalizado por la comprensión de la psicología humana por parte de sus creadores.
  Detrás de la creación artística, está el autor, que realiza una concienzuda investigación de aquello que pretende conseguir. Una labor científica que en la gran pantalla siempre luce y deslumbra…

 ¿Y el papel de la literatura? Debo reconocer que los escritores lo tenemos más difícil, pero “a lo noble por lo difícil”. Algunos autores como Stephen King con “El resplandor” o “It”, y autores europeos como el sueco John Ajvide en “Déjame entrar”, consiguieron llegar a millones de lectores con una manera de relatar historias muy actual, pero que arranca de otra época.


                          

  Digamos que han conseguido atrapar al lector con los mismos elementos que la novela gótica del siglo XIX, pero trasladándolos a la actualidad, y a nuestra vida cotidiana. Elementos como el castillo embrujado, la tenebrosa noche, el cementerio o la iglesia abandonada… se sustituyen por una vivienda corriente y vulgar de una zona residencial de una gran ciudad, y los hechos acaecen a las dos de la tarde de un día luminoso y primaveral. Es una forma de decirnos que “no estamos a salvo en ningún lugar”. Y lo han conseguido. Siguen escribiendo novelas góticas, pero con los elementos que forman nuestra habitualidad. Se aproxima lo terrorífico y espectral, a aquello que nos acompaña a diario, y eso, estremece nuestra conciencia impidiéndonos descansar…


   La literatura gótica es un apéndice de un movimiento político liberal que se denominó romanticismo. Fue la lógica reacción al siglo de las luces, al XVIII; el siglo del racionalismo, de la revolución francesa y la ilustración, de su afán por explicarlo todo a los ojos de la ciencia y la razón. Permitió que avanzáramos en bienestar y calidad de vida, a la vez que acabaron guillotinando a dos clases sociales privilegiadas, como fueron la nobleza y el clero, y supuso una evidente emergencia de la burguesía como nueva clase social, que hasta entonces ya poseía mucho dinero, pero carecía del poder político anhelado.
A los ojos de la razón, la literatura debía cumplir un papel funcional. Por ello, los dramaturgos orientaron sus obras a representaciones pedagógicas que empujaban al pueblo hacia una vertiente social y política, como “El sí de las niñas”, de Moratín. Y las novelas, auténticos tratados etnográficos para comprender al contrario, o como se denomina en antropología, “la empatía con la otredad”, como observamos en “Cartas Marruecas”.
 Por ello la poesía quedó relegada a un segundo plano, así como la literatura de evasión, o fantástica.

El siguiente siglo, acusó el cansancio de un racionalismo extremo que lo analizaba absolutamente todo para verificar y contrastar los comportamientos humanos, pero que era incapaz de enseñarnos a ser felices. Así surge el romanticismo, como un pensamiento que pisotea la razón para abrazar los sentimientos y ahondar en ellos para obtener el elixir de la eternidad: la felicidad.

                       
    Así aparecen obras donde los sentimientos están por encima de la lógica o el sentido común, comprendiendo que la mayor parte de las decisiones que tomamos al cabo del día, las tomamos motivados por cuestiones sentimentales y no racionales. Por eso triunfan los políticos que consiguen llegar al corazón y abrazar la sensibilidad humana.
 La literatura gótica se desarrolla inmersa en este movimiento para investigar lo que se halla más allá de nuestra comprensión, lo parapsicológico, la muerte, los sueños y el sufrimiento humano.
  Podríamos rescatar de nuestra memoria títulos que son auténticos clásicos de la literatura y que pertenecen a este género, que ha elevado la literatura universal a las más altas esferas. Por ejemplo, “Cumbres borrascosas”, que está considerada una de las tres mejores obras de la literatura británica, y “Las cuitas del joven Werther”, idem en la literatura germánica.
 Aunque los títulos que nos vienen a todos a la cabeza, tal vez sean “Frankenstein”, “Drácula”, “Melmoth el errabundo”, “Manuscrito encontrado en Zaragoza”, “El monje”,o cualquiera de Allan Poe, o de Bécquer, por citar solo algunos de los más representativos.
 En ellos encontramos planteamientos filosóficos de la época, como en la obra de Mary Shelley, donde un ser humano crea a otro ser a su imagen y semejanza, algo solo propio de Dios, y cómo su creación, destruye al creador, una alegoría  del ateismo, donde los hombres, creaciones divinas, acaban “matando” a Dios, o superándolo mentalmente al vivir al margen del Creador.

                                        

 También hay planteamientos metafísicos, sobre la supuesta incorruptibilidad de la muerte, donde Bram Stoker da vida a un ser inanimado que representa los más excelsos anhelos humanos, como son la inmortalidad, el poder absoluto por encima de la naturaleza y la libertad total. Abre las puertas a la consideración de la sangre como fuente de vida, donde reside el alma humana… y recientemente se ha descubierto que en ella se encuentra el ADN genético, nuestro código, nuestra identidad, o nuestra alma, como prefieren señalar muchos.

Pero, ¿qué tiene la literatura gótica para que renazca de sus cenizas las últimas décadas?
Qué duda cabe que las obras de Anne Rice, Annete Curtis, o muchas de Stephen King, así como de Leyva o J.C. Smith, o la reciente saga de Crepúsculo de Stephane Meyer son puramente góticas, y no digamos la monumental obra de Carolina Andujar (Vampyr), que en nuestra lengua, ha cosechado un éxito sin precedentes en su país, en EE.UU y en Colombia, de donde proceden sus orígenes.


                                       

  Los elementos que forman parte de este subgénero del terror, son claramente románticos, como el erotismo larvado, las relaciones de amor insatisfechas y enfermizas, la seducción por la muerte, el clima de suspense, lo sobrenatural, la arquitectura medieval de monasterios, iglesias o castillos, emociones desvocadas… todo aquello que permite presagiar el mayor de los caos.
  Y es asombrosa la buena aceptación que goza la literatura gótica, ya sean fantasmas que se comunican con los vivos, zombis, vampiros sensuales… y sobretodo un profundo conocimiento de la psicología humana, para aflorar aquello que llevamos oculto en nuestro corazón, y que como una coraza, no podemos revelar para no sentirnos débiles.

              


   Este estilo de literatura es la que lleva en su seno el libro en el que estoy trabajando. Su título, “El sabor de tu sangre”, se divide en tres partes: la primera, ambientada en mi ciudad natal, Valladolid y el año 1992. La segunda parte, el Centro Penitenciario de El Dueso en la actualidad, en Santoña, donde además desarrollo mi carrera profesional. Y la tercera parte, un recorrido histórico por 1836, en un priorato, hasta un castillo en Liechstenstein de la actualidad.


     

 La novela posee mucha acción y aventuras, personajes que se preguntan cuál es su identidad. La identidad humana, como parte del vestido que nos protege y que se puede cambiar. La identidad, como algo dúctil, maleable, que podemos dejar atrás para transformarnos en otros seres. De tal suerte, que podemos cambiar de aspecto físico, de sexo, de orientación sexual, o de atributos culturales, como la lengua, nacionalidad o religión. La identidad deja de ser algo innato e intransferible. La cuestión, es ¿qué ocurre cuando nuestra identidad se transforma? ¿Qué cambia de nosotros mismos? También me he sumergido en la evolución de sus personajes a través de los años, y el suspense volverá a jugar un papel fundamental en la trama.

  Será mi tercer libro. Después de escribir una novela negra y otra de ciencia ficción, una gótica, me parecía un gran homenaje a toda una época que ha vuelto para quedarse y que se plantea permanentemente qué es lo que somos los humanos.

  Gracias amig@s por vuestra atención y hasta pronto !!

 


1 comentario:

  1. Me pareció correcta tu apreciación sobre la literatura gótica. Aunque difiero contigo con eso de Stephanie Meyer e incluso King, que viene de más a menos en calidad artística.

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